Esta zona adolece de
muchas carencias de espacios libres y, lo que es peor, no tiene una
identidad propia que la defina.
La Ermita, que en el
pasado estaba aislada extramuros de la ciudad, donde comenzaba el
camino de Antequera, en la actualidad pasa desapercibida en el
lateral de la calle y supone más bien un obstáculo en la estrechez
que la separa del vial. Este hito que venía a
señalar el final de la ciudad ha sido menospreciada por la calle y
por todo el desarrollo que la ciudad conlleva y justamente hace falta
que se le dé la importancia que requiere. Se necesita un espacio
donde los mayores se puedan sentar apaciblemente, los niños pueda
correr sin temer a los coches, los creyentes puedan celebrar sus
actos religiosos y todo el vecindario pueda identificarse con orgullo
de lo que fue su pasado.
No sólo es necesario que
cobre importancia los nuevos lugares comerciales de la ciudad como
Muelle Uno y Avenida Antonio Machado, si no que debemos también dar
opción a una de las antiguas grandes zonas comerciales de la
capital, dotándola de una personalidad propia.
Hay dos nuevas
circunstancias que permiten reinterpretar el entorno de la Ermita
de Zamarrilla:
En primer lugar, su
reciente rehabilitación que la consolida en su estado original. Y en
segundo lugar, con la nueva organización del tráfico en la calle
Mármoles y Martínez Maldonado como consecuencia de la incorporación
del carril bici, hace que ya no tengamos una vía de trafico rodado
que recorra en ambos sentidos estas calles, si no que se ven cortadas
e intermitentes por las nuevas necesidades que implica tener una ruta
continua para las bicicletas.
Entendemos, por tanto,
que hay necesidad de poner en valor este espacio del centro
histórico y que no sea una “ronda” de circulación donde se
priorice el tráfico viario en vez del tránsito ciudadano. El tráfico en el
interior de la población normalmente se ve interrumpido con los
semáforos, rotondas e incorporaciones, donde la importancia no es la
línea recta o la “falsa continuidad” que ella representa, sino
que hay muchas acciones que le afectan, y sobre todo, los ciudadanos
deben tener prioridad sobre los coches y no al revés. Propuestas como la que
mostramos revitalizan y humanizan la ciudad y permite una parada
en el recorrido de calles que en la actualidad se nos presenta
monótono y con síntomas de una degradación evidente fruto
del desarraigo.
Así, la pregunta es muy fácil: queremos que nuestra
ciudad sólo se desarrolle en las zonas nuevas o queremos rejuvenecer
las zonas donde tienen el corazón nuestros vecinos de toda la vida?
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